lunes, 12 de julio de 2010

ANÉCDOTAS DE UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA FRAGMENTARIA

Primer capítulo

En 1966 tenía quince años. Estábamos bajo la dictadura de Onganía, el cual había derrocado al presidente Illía, un médico de provincia, que todos pensaban que era muy bueno, (demasiado bueno, decían algunos) que usaba un bigotito como el de Hitler, (Onganía, digo) y a pesar de su aspecto de malo, abundaban las caricaturas. Todavía nos parecía que no podía pasar nada peor…
Recuerdo que pasó por San Rafael, pero no me acuerdo para qué. El director de la escuela nacional lo esperaba con un ramo de flores, pero el general pasó por la escuela a una velocidad…. Ni vió las flores.



Si bien habían habido en nuestro pais varios golpes de estado, este fue el primero en mi conciencia, fue el primero que sentí como una dictadura. Y además inauguró una etapa signada por el abuso de poder, la censura y otras características autoritarias, que empecé a conocer en la realidad.


Mary Quant había diseñado la minifalda, la que las adolescentes más rebeldes habíamos adoptado, con una cierta timidez al principio, pero acortando cada vez más los dobladillos, ayudadas por la aparición apropiada del Hot Pant, que permitía usar las nuevas polleras, ¡Cortísimas!!!!



Y aunque por la calle nos gritaban cosas, valientemente las seguíamos usando.
Los Beatles estaban apropiándose de la música del momento, junto a los Rolling, y a los Doors, menos conocidos por estos pagos. Hacía tiempo que ya había aparecido el primer Álbum larga duración, “Please, Please, me”, y en ese año mi abuela me regaló uno más nuevo: “Beatles for sale”, que al principio me sonó un poco extraño, pero después me encantó, tal como había pasado con “Anochecer de un día agitado”, y “Con Los Beatles”
Por esa época sacaron el simple “Muchachita” (“Girl”), que no me gustó tanto como otros temas.



Escuchaba el programa de radio, en el Combinado de mi mamá, que podía captar, con ondas cortas de diferente frecuencia, las radios de Buenos Aires, y así escuchaba en la noche, el programa de Anibal Mansilla: “Modart en la noche”, que pasaba siempre los nuevos éxitos de los artistas, entre ellos, mis preferidos, Los Beatles. En ese programa, cuando tenía diecisés, escuché hasta las cuatro de la mañana el estreno del Album Blanco…


Iba a segundo año cuarta división “D”, de la escuela Normal, con vistas a recibirme de Maestra Normal Nacional. (¡Qué titulo eh!!!).
Teníamos Educación Física por la tarde, y usábamos una ropa espantosa: unos bombachones con elástico en las piernas, de color negro, y arriba alguna blusa, recién estaban apareciendo las prendas de algodón, recuerdo los pantalones como babuchas, muuuuy grandes , y los buzos blancos con cierre, gruesos y bastante duros, más aún después de lavarlos.
Me sentía tan fea e incómoda con esa ropa, que no disfrutaba para nada la clase, más aun si, desde la ventana del primer piso, alguien miraba….

La ropa de calle me la hacía mi mamá, las polleras clásicas ajustadas, o apenas acampanadas. Los vestidos también, estilo “Courrèges”, con cortes geométricos en blanco y negro o azules y negro, me encantaban. Los zapatos un poco puntiagudos, de taco fino de cinco centímetros, y a veces, de siete, para ir a bailar a “Píccolo”, debajo del cine Andrés. Los pulóveres tejidos a mano. Los “comprados”, salían muy caros. Se usaban pulóveres gruesos, con lanas de colores combinados en cuadros, rombos o rayas.



Habían cinco cines: el más nuevo era el “Andrés”, que los martes y miércoles daban dos películas rebajadas, el cine Ideal, que tenía los baños en el subsuelo, en la esquina de Av. San Martín y Chile, y los dos cines de Av. San Martín entre las tiendas Gath y Cháves y Galver, El Avenida, que cuando era chica daban películas argentinas, de terror o prohibidas para dieciocho, y el Gran Sur, que tenía una sala como los de Buenos Aires, con hermosas butacas y un techo corredizo, que abrían en verano; y el cine Marconi, hoy Roma, que era un cine-teatro, en el que representaban las obras de teatro que antes habían sido radio-teatros, y que escuchábamos después de comer: la compañía de Jorge de Torres, que pasaba obras como “El León de Francia”, o de gauchos, o el de las comedias tragi-cómicas de Omar Abué, como “Cachinga llegó del campo”.
Me encantaba el cine. El cine me hizo soñar desde muy chiquita, me hizo pasar menos triste los domingos interminables, y paliar la falta de amigas y primas.

En febrero se festejaban el carnaval con “Corsos” que generalmente se hacían en la calle San Martín, y había desfile de murgas, y de disfraces, con mucho papel picado, y en los barrios “Chayas” en las siestas, con pomos y bombitas, verdaderas guerras de agua en la que participaban chicos y grandes, menos yo, que tenía fobia a que me atacaran aunque fuera con agua….

Los días de fiestas patrias, se hacían saltos de caballos, del Club Hípico, atrás de la escuela Normal, donde hoy está el edificio del colegio Nacional, que en ese entonces estaba en donde hoy está, y en el mismo edificio, la Universidad Nacional de Cuyo por la Av. San Martín.
Continuará.

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