Era fácil en nuestra infancia,
aquella infancia de mediados del siglo XX,
elegir y admirar a nuestros héroes. Héroes todavía ligados a ideas un
poco románticas, que generaba, de vez en cuando, algún mortal que, del lado del
Bien, combatía al Mal. Así de simple. Es fácil creer en héroes tan definidos, tan comprometidos
con una causa visible para cualquiera. Inclusive, la concepción de lo malo y lo
bueno, nos hacía obviar aspectos negativos, y pasar, frecuentemente, por encima
de las normas y tabúes que imponía el “sistema”. Robin Hood, , El Príncipe
Valiente. Y los súper héroes nacidos de las historietas o del cine animado:
Súperman, Tarzán, Flash Gordon, el Zorro…. Y algunos otros, bien reales, pero que constituyen nuevos
mitos; que se encarnan en paradigmas de liberación, como fue Rousseau, Martí,
San Martín, Vairoletto, Miranda, Zapata, El Che, Lenin….. y todos los que, las
ideas de unos y de otros, entronizan.
Todos ellos venían a restablecer la justicia y defender a los más débiles.
Hoy, un poco más de cincuenta años después, con muchísimos
cambios tecnológicos, tantos y de tal calibre que marean, es difícil vislumbrar
algún héroe por acá. Es que el mal y el bien no aparecen simplemente como
contrapuestos. En una parafernalia de brillos de consumo, los medios, las
palabras, las voces y la publicidad han mezclado tanto las cosas, que no
sabemos a ciencia cierta qué es bueno y qué es malo, ni de qué lado están unos
y otros. Las informaciones, manipuladas
como nunca antes, la proliferación de formas de comunicarse aunque uno no
quiera, traen mensajes mentirosos, disfrazados, y la verdad tiene que ser
arrancada de en medio de esta telaraña informativa, en la que estamos, algunos
más, y otros menos, atrapados.
En una época se decía que los
rumores podían modificar la realidad a la vez que iban mutando para llegar a un
destino deformado y amplificado. Hoy las noticias, a menudo, son rumores. Y nos
hemos acostumbrado a que la verdad…. , no está disponible, o, que, relativamente, cada uno puede acceder a la
propia verdad. Ironía o hipocresía: La verdad ha sido sustituida por la opinión: y
las opiniones no se sabe muy bien que tan buenas o malas son: mientras tanto
confunden, y no se llega a ninguna parte, Y no hay nadie, que se convierta en
héroe defendiendo una “Opinión”. Las opiniones son volátiles: y mientras tanto, la verdad huye despavorida
y cambia. También la verdad se camufla.
Nuestros personajes, los héroes,
quedan sometidos a realidades pequeñas, la de todos los días: aquéllos que
sobreviven sin dar el brazo a torcer, defendiendo lo que creen y sus propios
códigos, con un costo variable, depende del círculo en que se muevan. Son los
locos, los chiflados, los anticuados, los románticos a ultranza, los
diferentes, y algunos vanguardistas agazapados en sus obras, que no todo el mundo entiende.
Los otros posibles héroes más
mediáticos, aparecen manchados un poco o
mucho
por el chantaje del sistema: en la cultura, en la política, en los
negocios, en los medios, hasta en el amor. La individualidad, no hace héroes: sólo
nos hace más y más solitarios, rodeados de confort algunos; otros con deseos; con cientos de amigos
virtuales unos, relaciones superficiales y principios rotos o manchados, o
resentimientos varios. Y rollos. Rollos individuales y sociales, casi nunca desenrrollados ni atacados de
frente.
De pronto me di cuenta que me
gustaría tener un héroe contemporáneo para admirar, pero miro para todos lados
y siempre encuentro algo que brilla un poco, pero de golpe, desaparece, y
cuando aparece está un poco sucio, y no de mugre honesta, no es barro de las
batallas ganadas a espadas y flechas. Acá, sentada frente a un lago un poco
contaminado, pero al fin azul; mirando
la lejanía tan hermosa y lejana del paisaje montañoso, no se vislumbra ningún,
ningún héroe…..
Cristina Vispo
11-2014
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