martes, 12 de agosto de 2014

TRISTEZA



Obcecada., la tristeza no se va.
Parece que se disipa, a veces.
Pero no.
Se va quedando en los resquicios
Entre los músculos que se van tensionando.
En la sangre, que no corre tan fluidamente como ayer.
En los ojos, como un velo translúcido.
En la voz entrecortada.
En los huesos, en la linfa,
En las articulaciones que crujen.
En las sombras que te acechan.
En el tiempo que transcurre indiferente
En la desesperada búsqueda de consuelo
En las suposiciones grises
En los pensamientos amargos
En las percepciones apagadas
En el pasado que terco, no se despega
Se arrincona a veces, para pasar desapercibido
Y en cualquier momento como un virus
Se hace presente, y crece, crece.
La tristeza no se va.
No bastan las risas de todos  los niños felices,
No bastan los juramentos de los enamorados,
Ni las excursiones de los amigos,
Ni las buenas obras de asociaciones de caridad,
Para contrarrestar  todo el dolor acumulado.
Todas las injusticias, todas,
Todas las muertes inútiles,
Las persecuciones políticas o religiosas,
Y las guerras, y el humo, y los fuegos
Y el hambre, la enfermedad, las epidemias,
Y los resplandores nucleares,
Y los miles de actos inhumanos cotidianos
Cada vez multiplicados.
No basta todo el amor del mundo.
La tristeza:
No se va.


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