lunes, 9 de febrero de 2015

PALABRAS


Tengo la cabeza bullendo de palabras. Miles de palabras se agitan y pugnan por tomar forma  de alguna manera.  Algunas palabras son para decirse: son suaves y redondeadas y producen tranquilidad. Otras palabras sirven como arma: son punzantes e hirientes, lastiman y producen heridas que suelen no curarse, porque para eso necesitan del olvido, y el olvido a veces no quiere venir a salvar a nadie,  o está de vacaciones, o simplemente no se le da la gana de venir, o vaya a saber.  

Hay algunas palabras que se forman hermosamente desde la nada: van eligiendo las letras cuidadosamente y son todo un a creación bella y terminada como no podría ser de otra manera. Esas palabras se forman de a poco, van iluminándose y crecen, son bellas y se pronuncian con pasión,  marcando fuertemente las consonantes, o también susurrándose suavemente con ternura infinita. Laberinto, círculo, universo, arboleda, música, violeta, azul, infinito, son algunas de estas palabras, que se deben saborear con fruición cuando se dicen: nada de decirlas a la ligera. Por supuesto que hay miles de estas palabras, que, si se busca de donde salieron se descubren palabras emparentadas, que generalmente gozan de las mismas condiciones  privilegiadas, y al encadenarse en una raíz, o una terminación,  agudizan sus características misteriosas.

Hay otras palabras que son maravillosas para escribirlas: el lápiz baila graciosamente sobre el papel dibujando los contornos continuos de esas palabras que nacieron para ser escritas. Porque hay otras que cuesta muchísimo escribir a mano: hay que cortarlas y seguirlas, y entonces ya no son tan hermosas.  Claro que también son bellas escritas a máquina o en computadora, pero no hay mejor manera de comprobar su flexibilidad  como escribirlas con un lápiz o lapicera.

Y también hay palabras desaparecidas. Palabras que usamos, y de repente: ¡Zas! No las usamos más, y las olvidamos. Aunque a veces, obstinadas, aparecen de improviso y nos preguntamos cuando fue el momento exacto  en que dejamos de usarlas.
Todo esto sin hablar de las palabras olvidadas, o que quieren ser olvidadas. A veces las tenemos en la punta de la lengua, parece que la vamos a decir, y sin razón aparece un destello y desaparecen. Y quizá pasan horas o días antes de volverlas a encontrar en el revoltijo de palabras que tenemos en nuestra cabeza. Y otras que quieren ser olvidadas porque desencadenan un remolino de emociones, pero son imposible de olvidar voluntariamente: cuando más queremos olvidarlas, más se empecinan con aparecer en la pantalla de nuestra memoria como un luminoso cartel fluorescente. A veces nos martilla la vigilia, de manera que no nos deja descansar, ni dormir ni relajarnos: tienen mucho poder algunas palabras.

Hay palabras que tienen otro tipo de poder: son las palabras que abren puertas, las palabras que consuelan, que producen encuentros, que encadenan, que  protegen, que contienen: son palabras mágicas. A veces pasamos mucho tiempo esperando estas palabras, pero como no hacemos nada, n o aparecen, y nos volvemos tristes esperando. Y a veces también, las esperamos de alguien en especial, que no tiene la menor idea de nuestras esperanzas, y nos podemos volver muy viejos esperando, y las palabras deseadas no aparecen, y no aparecen. Y por ello, nuestra espera se hace involuntariamente, infinita.

Y otras veces, hay movimiento s tectónicos de palabras: De repente se produce una explosión de muchas palabras a la vez que necesitan escapar, como si erupcionaran:  en esos casos es imprescindible generar una vía de escape para todas las palabras que quieren salir juntas, y entonces hay que ponerse rápido a escribir, sin pensar demasiado, porque las palabras necesitan salir urgente, y no es necesario pensar mucho, solo brindar la vía de escape que las suelte de su prisión para que se desparramen sobre el mundo en  vehículos de papel, cualquier otro soporte o en  otros casos, en el mundo virtual.  Lo importante es que salgan, se expresen de alguna forma. Cualquiera. Antes de que ocurra una terrible catástrofe.

Todo lo que está, todo lo que sentimos, todo lo que nombramos, todo , todo existe en el mundo paralelo o único de las palabras. Letras o signos arbitrarios que estructuran nuestro mundo, que nombran, que definen, que llaman, que cantan, que lloran, que alegran, que unen y separan, que determinan situaciones que siempre pueden ser de otra manera, que van determinando una red de relaciones….. de palabras.

Todo nuestro mundo es un mundo de palabras. Y sería tan bueno para el mundo que las palabras tomaran todo el poder, y se metieran en todos los resquicios, y poco a poco fueran reemplazando las armas, las agresiones, las violentas intenciones…. Y el odio pudiera, también, mutarse, y  expresarse sólo con palabras.
Cristina Vispo
9 de diciembre de  2011.


HÉROES


Era fácil en nuestra infancia, aquella infancia de mediados del siglo XX,  elegir y admirar a nuestros héroes. Héroes todavía ligados a ideas un poco románticas, que generaba, de vez en cuando, algún mortal que, del lado del Bien, combatía al Mal. Así de simple. Es fácil creer  en héroes tan definidos, tan comprometidos con una causa visible para cualquiera. Inclusive, la concepción de lo malo y lo bueno, nos hacía obviar aspectos negativos, y pasar, frecuentemente, por encima de las normas y tabúes que imponía el “sistema”. Robin Hood, , El Príncipe Valiente. Y los súper héroes nacidos de las historietas o del cine animado: Súperman, Tarzán, Flash Gordon, el Zorro…. Y algunos otros,  bien reales, pero que constituyen nuevos mitos; que se encarnan en paradigmas de liberación, como fue Rousseau, Martí, San Martín, Vairoletto, Miranda, Zapata, El Che, Lenin….. y todos los que, las ideas de unos y de  otros, entronizan. Todos ellos venían a restablecer la justicia y defender a los más débiles.

Hoy, un poco más de  cincuenta años después, con muchísimos cambios tecnológicos, tantos y de tal calibre que marean, es difícil vislumbrar algún héroe por acá. Es que el mal y el bien no aparecen simplemente como contrapuestos. En una parafernalia de brillos de consumo, los medios, las palabras, las voces y la publicidad han mezclado tanto las cosas, que no sabemos a ciencia cierta qué es bueno y qué es malo, ni de qué lado están unos y otros.  Las informaciones, manipuladas como nunca antes, la proliferación de formas de comunicarse aunque uno no quiera, traen mensajes mentirosos, disfrazados, y la verdad tiene que ser arrancada de en medio de esta telaraña informativa, en la que estamos, algunos más, y otros menos, atrapados.

En una época se decía que los rumores podían modificar la realidad a la vez que iban mutando para llegar a un destino deformado y amplificado. Hoy las noticias, a menudo, son rumores. Y nos hemos acostumbrado a que la verdad…. , no está disponible, o, que,  relativamente, cada uno puede acceder a la propia verdad. Ironía o hipocresía:   La verdad ha sido sustituida por la opinión: y las opiniones no se sabe muy bien que tan buenas o malas son: mientras tanto confunden, y no se llega a ninguna parte, Y no hay nadie, que se convierta en héroe defendiendo una “Opinión”. Las opiniones son volátiles:  y mientras tanto, la verdad huye despavorida y cambia. También la verdad se camufla.

Nuestros personajes, los héroes, quedan sometidos a realidades pequeñas, la de todos los días: aquéllos que sobreviven sin dar el brazo a torcer, defendiendo lo que creen y sus propios códigos, con un costo variable, depende del círculo en que se muevan. Son los locos, los chiflados, los anticuados, los románticos a ultranza, los diferentes, y algunos vanguardistas agazapados en sus obras,  que no todo el mundo entiende.

Los otros posibles héroes más mediáticos, aparecen manchados  un poco o mucho 
por el chantaje del sistema: en la cultura, en la política, en los negocios, en los medios, hasta  en el   amor. La individualidad, no hace héroes: sólo nos hace más y más solitarios, rodeados de confort algunos;  otros con deseos; con cientos de amigos virtuales unos, relaciones superficiales y principios rotos o manchados, o resentimientos varios. Y rollos. Rollos individuales y sociales,  casi nunca desenrrollados ni atacados de frente.

De pronto me di cuenta que me gustaría tener un héroe contemporáneo para admirar, pero miro para todos lados y siempre encuentro algo que brilla un poco, pero de golpe, desaparece, y cuando aparece está un poco sucio, y no de mugre honesta, no es barro de las batallas ganadas a espadas y flechas. Acá, sentada frente a un lago un poco contaminado, pero al fin azul;  mirando la lejanía tan hermosa y lejana del paisaje montañoso, no se vislumbra ningún, ningún héroe…..

Cristina Vispo
11-2014