martes, 27 de julio de 2010

Divagaciones antiguas

Sigo pensando sin creer que ya lo he pensado un millon y quinientas veintidos mil trescientas cuarenta veces! Sin embargo, como una evanescente obsesión incolora, las cosas que no cerraron en un pasado demasiado reciente, se agolpan en una manifestación equivocada, con pancartas sin culpables , buscando una justicia inexistente. Parece imposible seguir un camino cuando no se llegó a ninguna parte. Parece imposible terminar con asuntos que no planeamos, que ni siquiera dependen de nosotros, pero que un buen día nos cayeron entre las manos y no tuvimos otra opción más que desenvolverlos. Quedamos un poco heridos insolítamente cuando el desenlace ocurre sin nuestra participación. Somos, en este caso, una especie de "extras".
Seguimos caminando porque el mandato viviente nos obliga a tomar una determinación, y ésa es la de más inercia. Seguimos caminando un poco confusos sin estar seguros de los análisis que hacemos para digerir los acontecimientos.
Seguimos caminando acompañados de un grupo de voces que se distinguen en el conjunto de miles de ellas que tienen distinto color, distinta intensidad, distinto timbre. A veces queremos que se callen. Otras preferimos la modorra cómoda de su monótono fluir familiar.
Somos libres de seguir o pararnos. O tirar todo por la ventana, incluso nosotros. -¿Somos libres? Cuando las cosas te toman por asalto, no lo parece. A veces te sientes libre cuando parece que tienes algún poder, y de súbito, decides.
Despues, la decisión te vine a buscar para pedirte cuentas. Oh! las decisiones y las indecisiones me persiguen siempre! Cuando decido, no decido. Cuando no decido, estoy decidiendo. -¿Cómo era todo?
A algunos nos cuesta más que a otros todo esto. Será por ser más complejos. ¿O más simples?
Mejor nos mantenemos ocupados. Mejor ponemos el piloto automático y planeamos con el viento. Cristi. 20-02-2010

miércoles, 21 de julio de 2010

Tristezas

Como una tormenta de verano, de repente, la conciencia se nubla y la tristeza toma el poder de facto. Quizá un gesto, un recuerdo imperceptible reconocido antes de pensarlo, una palabra desencadenante, un leve movimiento que rememora otros, un atisbo telepático de futuros horrendos, un sueño incomprensible, gesta la tristeza, que hasta ese instante, dormía inquieta en algún lugar oscuro de tu existencia…

Y la vida, que venia desarrollándose en un continuo, de antecedentes, hechos y consecuencias, se desmorona inconsistentemente, como decía, de repente.
Los planes ya no parecen tan correctos, los anhelos ya no parecen tan deseables, lo que está sucediendo en este momento ya no parece tan consistente. La tristeza diluye las certezas, convierte las creencias en dudosas interpretaciones, la sólida realidad de hace unos minutos tambalea y comienza a derretirse lenta y minuciosamente.

Las esperanzas son reemplazadas por cínicos pensamientos de incredulidad, miedo y descreimiento.
El poder se diluye y el miedo acelera el corazón, el pulso y la respiración. Las ganas de llorar, como una inundación súbita, suben por la garganta, y la razón, obnubilada, no alcanza a esgrimir sus argumentos.

Antes de entrar en pánico absoluto, rompes a llorar, y la tensión cede un poco. Ahora puedes, si puedes, pensar y volver las fuerzas oscuras a su lugar, reducirlas, comprimirlas, ponerlas en su recoveco.
Si no puedes, todo se vuelve triste, es decir, imposible, tremendo, costoso, increíble, improbable…
Si la tristeza continúa, se instalan también sus acompañantes: la queja, la intolerancia, el fastidio, el enojo, la culpa, el desasosiego, el malhumor, que van, juntos, carcomiendo las relaciones, la convivencia, como un tumor maligno que teje su red cada vez más densa, envenenando la vida, oscureciendo la realidad, entorpeciendo el transcurrir del tiempo a través de la parálisis y de la incapacidad de emprender la acción salvadora.

Las palabras se avinagran y ya no sirven de consuelo. Todo lo que podría estar mal, así es interpretado, todo falta, hasta la visión para ver los aspectos luminosos de las cosas: no se puede reconocer, ni valorar, ni darse cuenta de las riquezas, ya que es imposible examinar justicieramente la realidad.
El espacio amenaza, el tiempo cada vez transcurre más lento o más ligero, no importa, pues perdemos la conciencia de su transcurrir: en el oscuro agujero de la tristeza, el tiempo se detiene.

Si logramos salir, si un tenue rayo de luz nos tiende su mano salvadora, renacemos como de un naufragio: volvemos del infierno. O del purgatorio más bien.
Y nos decimos con firmeza que no volveremos a caer en la desesperanzada situación que acabamos de atravesar. Pero conservamos, intacto, el interruptor, que, enlazado a los cables de alimentación más profundos de la existencia, no han dejado de existir.
La tristeza ante el mundo, nos hace humanos.

lunes, 12 de julio de 2010

ANÉCDOTAS DE UNA PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA FRAGMENTARIA

Primer capítulo

En 1966 tenía quince años. Estábamos bajo la dictadura de Onganía, el cual había derrocado al presidente Illía, un médico de provincia, que todos pensaban que era muy bueno, (demasiado bueno, decían algunos) que usaba un bigotito como el de Hitler, (Onganía, digo) y a pesar de su aspecto de malo, abundaban las caricaturas. Todavía nos parecía que no podía pasar nada peor…
Recuerdo que pasó por San Rafael, pero no me acuerdo para qué. El director de la escuela nacional lo esperaba con un ramo de flores, pero el general pasó por la escuela a una velocidad…. Ni vió las flores.



Si bien habían habido en nuestro pais varios golpes de estado, este fue el primero en mi conciencia, fue el primero que sentí como una dictadura. Y además inauguró una etapa signada por el abuso de poder, la censura y otras características autoritarias, que empecé a conocer en la realidad.


Mary Quant había diseñado la minifalda, la que las adolescentes más rebeldes habíamos adoptado, con una cierta timidez al principio, pero acortando cada vez más los dobladillos, ayudadas por la aparición apropiada del Hot Pant, que permitía usar las nuevas polleras, ¡Cortísimas!!!!



Y aunque por la calle nos gritaban cosas, valientemente las seguíamos usando.
Los Beatles estaban apropiándose de la música del momento, junto a los Rolling, y a los Doors, menos conocidos por estos pagos. Hacía tiempo que ya había aparecido el primer Álbum larga duración, “Please, Please, me”, y en ese año mi abuela me regaló uno más nuevo: “Beatles for sale”, que al principio me sonó un poco extraño, pero después me encantó, tal como había pasado con “Anochecer de un día agitado”, y “Con Los Beatles”
Por esa época sacaron el simple “Muchachita” (“Girl”), que no me gustó tanto como otros temas.



Escuchaba el programa de radio, en el Combinado de mi mamá, que podía captar, con ondas cortas de diferente frecuencia, las radios de Buenos Aires, y así escuchaba en la noche, el programa de Anibal Mansilla: “Modart en la noche”, que pasaba siempre los nuevos éxitos de los artistas, entre ellos, mis preferidos, Los Beatles. En ese programa, cuando tenía diecisés, escuché hasta las cuatro de la mañana el estreno del Album Blanco…


Iba a segundo año cuarta división “D”, de la escuela Normal, con vistas a recibirme de Maestra Normal Nacional. (¡Qué titulo eh!!!).
Teníamos Educación Física por la tarde, y usábamos una ropa espantosa: unos bombachones con elástico en las piernas, de color negro, y arriba alguna blusa, recién estaban apareciendo las prendas de algodón, recuerdo los pantalones como babuchas, muuuuy grandes , y los buzos blancos con cierre, gruesos y bastante duros, más aún después de lavarlos.
Me sentía tan fea e incómoda con esa ropa, que no disfrutaba para nada la clase, más aun si, desde la ventana del primer piso, alguien miraba….

La ropa de calle me la hacía mi mamá, las polleras clásicas ajustadas, o apenas acampanadas. Los vestidos también, estilo “Courrèges”, con cortes geométricos en blanco y negro o azules y negro, me encantaban. Los zapatos un poco puntiagudos, de taco fino de cinco centímetros, y a veces, de siete, para ir a bailar a “Píccolo”, debajo del cine Andrés. Los pulóveres tejidos a mano. Los “comprados”, salían muy caros. Se usaban pulóveres gruesos, con lanas de colores combinados en cuadros, rombos o rayas.



Habían cinco cines: el más nuevo era el “Andrés”, que los martes y miércoles daban dos películas rebajadas, el cine Ideal, que tenía los baños en el subsuelo, en la esquina de Av. San Martín y Chile, y los dos cines de Av. San Martín entre las tiendas Gath y Cháves y Galver, El Avenida, que cuando era chica daban películas argentinas, de terror o prohibidas para dieciocho, y el Gran Sur, que tenía una sala como los de Buenos Aires, con hermosas butacas y un techo corredizo, que abrían en verano; y el cine Marconi, hoy Roma, que era un cine-teatro, en el que representaban las obras de teatro que antes habían sido radio-teatros, y que escuchábamos después de comer: la compañía de Jorge de Torres, que pasaba obras como “El León de Francia”, o de gauchos, o el de las comedias tragi-cómicas de Omar Abué, como “Cachinga llegó del campo”.
Me encantaba el cine. El cine me hizo soñar desde muy chiquita, me hizo pasar menos triste los domingos interminables, y paliar la falta de amigas y primas.

En febrero se festejaban el carnaval con “Corsos” que generalmente se hacían en la calle San Martín, y había desfile de murgas, y de disfraces, con mucho papel picado, y en los barrios “Chayas” en las siestas, con pomos y bombitas, verdaderas guerras de agua en la que participaban chicos y grandes, menos yo, que tenía fobia a que me atacaran aunque fuera con agua….

Los días de fiestas patrias, se hacían saltos de caballos, del Club Hípico, atrás de la escuela Normal, donde hoy está el edificio del colegio Nacional, que en ese entonces estaba en donde hoy está, y en el mismo edificio, la Universidad Nacional de Cuyo por la Av. San Martín.
Continuará.

domingo, 11 de julio de 2010

Atrás de mí

Miro hacia atrás de mí:
No quisiera volver.
Salgo corriendo del pasado. Apenas puedo
llevarme algunos retazos maravillosos.
Apenas puedo recordar los momentos felices,
alegres, calmos o pacíficos.
Momentos de caricias y breves juegos infantiles.
Momentos de una que otra amistad del alma.
Momentos de algunas reuniones agradables, apenas divertidas.
El porcentaje mayor del pasado me ha dañado,
me pone triste.
Me hace correr hacia hoy.
Miro hacia adelante y la tenaza del ayer
me instala miedo al respirar.
Igualmente me fuerzo a mirar.
Abro los ojos con un poco de terror,
con un poco de valor,
con un pensamiento de esperar mejores cosas.
Me quedo en el presente, paralizada.
No me animo a partir hacia lo desconocido.
Mientras el futuro se va desenrollando en un presente material,
Sin darme cuenta,
siempre estoy detenida en el presente…

jueves, 8 de julio de 2010

ELLA SUEÑA (género. dos)

Se pone los guantes.
Abre la canilla de agua caliente
toma uno a uno los platos,
los vasos,
los cubiertos,
las fuentes y las ollas.
Su mirada se eleva
por encima de la alacena,
hasta el cielo, cruza el mar…
Vaga por ahí…
Busca un destello
Se aferra un momento
en alguna torre solitaria,
una cima desierta,
una nube blanca, vagabunda.
Se suelta en un momento,
Y gira, gira, gira,
Libre….
Aspira el aire,
fresco y ligeramente
suave, húmedo y perfumado.
Se demora saboreando
golosamente el instante.
Y luego, resignada,
da la vuelta.
Mira hacia atrás.
Se consuela: El mundo de sus sueños,
estará allí mañana.
mientras ella interpreta los papeles
asignados en su vida real:
ama de casa, madre,
proveedora universal.
Su mente puede volar hacia donde
se siente liviana
fuera de su rutina diaria.
Cuando quiere,
Ella sueña….

ESTALACTITA

Estoy helada en el fondo del agua
Dejo de respirar y veo el mundo
Bajo espesas capas de bruma.
Estoy quieta
Triste
Azorada
Cansada.
Estoy paralizada en el fondo del agua.
Veo pasar las cosas
Que ya pasaron
Algunas se quedan un momento
Otras son llevadas por ligeras corrientes.
Tendría que hacer algo
Tendría que moverme
Antes que se me acabe el aire
No puedo despertarme sola
Estoy inmóvil
Estoy cansada
Y triste.
Pero es que no me doy cuenta
Que estoy en el fondo del agua
No me doy cuenta
Que ya no puedo respirar,
Si no me muevo.
Cierro los ojos…
Estoy tan cansada…
El aire se me acaba
Y las burbujas vuelan
En el agua azul,
En el agua verde,
en el agua.
Ven a buscarme, amor,
Haz que me mueva,
Rompe el hechizo:
No puedo despertarme sola.
Porque estoy inmóvil
Tan cansada
Triste,
Y sola.
En el fondo del agua.

EL AMOR NO SE CUIDA SOLO

Un día, entre todos los días,
todo suena, luce, huele,
con un sabor de viento condensado.
Las mismas cosas que estaban ayer,
se desperezan para una nueva participación
en la original realidad
de un sueño.
Los árboles, que ayer también
estaban al costado de tu camino,
hoy te extienden sus ramas
acunándote en una suave
canción de verano,
aún en pleno invierno.
Tu pelo, ayer inmanejable,
está brillante, dócil, y
amorosamente se mece
acompañando tus pensamientos
borrachos de sol.
Alguien, una silueta primero oscura,
luego clara, brillante, en primer plano,
ha cambiado, de repente,
las circunstancias de tu vida.
Te escucha mientras te abraza.
Te sostiene mientras caminas,
todavía indecisa en la primavera.
No sabes si entregarte
a las puras sensaciones.
No sabes si debes pensar otras cosas,
mientras tu atención está tomada
por asalto.
No sabes si inclinarte, reverente
al amor que te abarca por entero.
Tienes miedo de perder esta sensación.
Tienes miedo de ser demasiado afortunada.
Tienes miedo de tu portentosa imaginación.
Al fin, eres tú. La de siempre.
Que sea lo que sea, piensas,
Mientras realizas el mantenimiento,
amoroso de una relación que comienza.
Hoy es hoy. El mañana se cuidará
a sí mismo.
Si hoy decides entregarte por entero.
Si hoy decides ser del todo vulnerable.
Si hoy deseas compartir
Tus deseos, tus ideas, tus temores,
Siempre queda un remanente de miedo
En la oscuridad de tu yo.
Pero, bueno, aquí están tus deseos
Sobre la mesa.
Ël también los coloca dulcemente,
Junto a los tuyos.
Y sabiéndose dos,
Comienzan a hablar de tantas cosas.
La música los acompaña como fondo
De una realidad que, ahora, otra vez,
Se comienza a construir de nuevo, cada día.

BUENOS MOMENTOS

El vaho de las conversaciones
flota en el aire del café.
El aroma penetrante
y sensual me adormece
levemente, mientras
te espero…
Observo los diferentes
conjuntos que forma
la gente, sentada
alrededor de las mesas redondas.
Las luces naranjas se combinan
armoniosamente con los
rayos de sol,
que se cuelan, apenas,
con la delicadeza de la mañana.
El mundo queda afuera
en este momento tranquilo.
Es un placer
mundano y frívolo
pero necesario.
un sábado a la mañana.
simplemente estar,
en el café.
Compartir varios
hilos de conversación,
leer algunos titulares,
del diario de hoy,
quedarme ensimismada
con la mirada fija en
un punto inexistente.
Disfrutando el exquisito
y persistente olor
del café Express.
Un día,
por la mañana,
en el café.

A todos ustedes

Quién me conoce…
Quién sabe como soy,
cómo siento,
cómo recuerdo las cosas
que pasaron.
Quién sabe leer mis
pensamientos que
giran y giran,
que deciden,
que dudan,
que repasan los sucesos,
que juzgan…
Quién sabe por qué
de repente me pongo triste.
Quién sabe que no hay
nada más bello para ver
que los árboles en el mes de abril.
Quién me conoce lo suficiente
para saber lo que me hace daño,
qué música me gusta,
por qué las palabras me parecen
mágicas.
Quién sabe, más que yo,
que estoy conmigo todo el tiempo,
que veo a la gente pasar
formar parte de mi vida
por un rato,
y después veo cómo
se vuelven extraños
en un fondo de extrañas formas.
En un cerco distante
situado más allá de mí.
Quién sabe lo que realmente digo
cuando elijo unas palabras
en vez de otras.
Quién lee mis gestos
que aparecen sin consentimiento previo
tantas veces.
Quién conoce el mundo de mis sueños.
Quién, mis deseos inoportunos,
quién, las frases
y los juicios reprimidos.
Quién escucha mis silencios.
Quién comprende mis dudas,
y comportamientos.
Mis abstenciones y ausencias.
quién comprende
por qué hago las cosas que hago…
Por qué insisto a veces,
por qué olvido otras.
Hay alguien que alguna vez
haya sabido por qué
a veces he rehuído la mirada
he escapado sutilmente,
me he retirado,
me he quedado callada.
Y en otras ocasiones
he presentado lucha
para que, al fin,
obtener victorias importantes
y triviales…
Alguien me puede decir por qué
después de conseguir algo
deseado intensamente,
no me he sentido demasiado feliz,
y en cambio cuando he sentido
pérdidas importantes
me he sentido
demasiado triste.
Díganme. Alguien, alguien
¿Sabe algo de mí?
O estoy sola.
Irremediablemente sola, sin saber
nada, nada, sobre
todos ustedes.

viernes, 2 de julio de 2010

Viento

Las cosas buenas pasan,
aceleradamente.
Tomamos conciencia de lo buenas que eran,
después, cuando quedan oscilando
levemente en el estante
del pasado de nuestra memoria autodidacta.
A veces queremos aferrar
los instantes que, incandescentes,
se evaporan ante nuestros ojos impotentes,
ante nuestras manos impasibles,
ante nuestro deseo no manifestado,
ante nuestra palabra impronunciada.
Somos frágiles, entonces.
En un punto instantáneo, no tenemos nada.
El mundo se quebró,
y ríos de magma pegajoso,
caliente, denso, impenetrable,
se desparrama por todos lados,
cambiando todas las apariencias,
que de sinceras, se transforman
en esperadas, comunes, ordinarias.
El amor se disipó,
junto con las cosas buenas,
como la niebla en la mañana.
Tu mano se alejó,
en compañía de tu mirada.
Tus palabras quedaron flotando
en el aire de mi casa.
¡Ellas duraron más que todo!
¡Ellas duraron más que nada!
Y aún así, en el capullo
vacío de mi aura,
Quedó un olor de amor nuevo,
que perfuma toda mi materia,
mi ropa, mis cosas familiares,
mis dibujos, mis letras, mis libros,
mi música, mis recuerdos guardados…
Un perfume que hace,
que todo sea distinto ahora
que sé que las cosas buenas existen.
Aunque a veces,
No duren casi nada.